El
comportamiento del hombre resulta ser un campo amplio y complejo para discusión,
por lo tanto su estudio parte de diferentes ámbitos debido a los análisis
encontrados, y diferencias de criterios existentes, es posible valorar esta
amplia gama de opiniones como aquella expresión verbal que indica “cada cabeza
es un mundo” y que procede del individualismo, y que además se aleja de
cualquier posibilidad de debate de ideas. Ahora bien, independientemente de
esto, el comportamiento del hombre, su actuar y el desempeño de sus roles se
fundamentan en los ideales concebidos durante nuestro desarrollo y en
interacción del ámbito familiar y social. Es aquí donde establecemos las pautas
de nuestro actuar y decidimos cómo comportarnos.
El
ejemplo del semáforo puede graficar en forma sencilla el transitar diario y el
entorno con el que nos encontramos, el que en Venezuela se considere que en la
luz verde el conductor debe asegurarse de que está siendo visto y de que está
viendo hacia todos lados y acelerar poco a poco, nos hace dependientes de la
fiscalización debido a que aquello que es una norma, la conozco, pero no la
respeto, porque cada venezolano se desenvuelve como mejor se siente, entonces
la libertad se convierte en libertinaje, donde no hay preocupación por el
espacio del otro y si este se encuentra bien o no, pues bien la convivencia
termina siendo un ámbito difícil de manejar.
La
evolución de la sociedad ha mostrado un vuelco en los modos de parecer, y se ha
desarrollado predominancia en priorizar los intereses propios lo que resulta
muy peligroso para desempeñar un cargo público, pues es imperativo para el
progreso que se quiera tener, dar otro giro, ese que la historia y los
antecedentes van señalando, pues la necesidad del concepto “capital social” no
surgió de la nada, sino más bien una necesidad publica, al ver que lejos de
progresar estas conductas no están aportando al buen vivir , al desarrollo y a
la modernización, ya que la concepción sobre las normas es “se acata, pero no
se cumple”, de manera pues que más bien debemos apelar a la conciencia, y no a
la fiscalización, al intercambio de cultura e ideas y menos legislación, ya que
con lo que hemos experimentado en los últimos años, tenemos la certeza de que
se necesita algo más que eso , se necesita la convicción de las personas, ganas
de hacerlo bien , más sentido de pertenencia, compromiso con aquello que hacemos
y con las personas a quien le ofrecemos un servicio, esencia de lo que debe ser
el desempeño del funcionario público.
El
capital social invita pues al trabajo en equipo con beneficio mutuo y con la
firme convicción de que lo que se quiere es trabajar para el éxito propio,
colectivo y del país en definitiva.